Pensar como empresario, primer paso hacia el éxito

Emil Montás - EmilMontas.com

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En la realidad laboral actual, es muy fácil cruzar esa puerta que te permite dejar de ser un empleado y convertirte en un empresario. Es fácil. Un día presentas la carta de renuncia, te despides de tus compañeros y al otro te levantas como propietario de un sueño. Lo difícil es lo que viene después, cuando tienes que hacer que tu negocio funcione, cuando tienes que vender.

“Estoy harto de mi trabajo, Emil. No me gusta, no me siento feliz, no me pagan lo que quiero”, es una queja que escucho reiteradamente. Y lo que sigue después es lo que me preocupa: “¿Por qué no me ayudas a convertirme en consultor inmobiliario? Dicen que se gana mucho dinero”. Sí, es posible ganar un buen dinero, pero no es tan fácil como muchos creen. Te voy a decir porqué.

La industria inmobiliaria, como la medicina, el derecho, el periodismo o cualquier otra actividad especializada, requiere conocimiento y preparación. Necesitas acreditar unos conocimientos básicos y también unas habilidades. Tienes que prepararte y, algo muy importante y que la mayoría omite, tienes que conocer muy bien el mercado y trabajar para posicionarte.

Sin embargo, conozco a muchas personas que creen que solo se trata de vender, y listo. Como si vender no exigiera conocimiento, habilidades, recursos, herramientas, posicionamiento, ganarse la credibilidad y la confianza del mercado. Y, algo muy importante: los clientes. ¿Te das cuenta? Como lo dije al comienzo, no es tan fácil y, por eso, son tantos los que se estrella contra el mundo.

Lo primero que tienes que hacer es cambiar el chip. Sí, la mente es la que manda y a veces suele jugarnos malas pasadas. Tienes que dejar de pensar como empleado y ponerte en modo empresario. ¿Eso qué significa? El paso inicial es abandonar tu zona de confort, esa en la que estás cómodo, pero limitado, ese lugar en el que tus sueños se mueren de aburrimiento.

También, tienes que aprender nuevas rutinas. Cuando tú no estás sometido a un horario fijo, corres el peligro de procrastinar. Son dos manifestaciones del mismo problema: no porque estés ocupado todo el día frente al computador en la oficina eres productivo. Igualmente, no porque seas el dueño de tu tiempo vas a ser capaz de cumplir con todas las tareas a cabalidad.

La cuestión no es cuántas horas trabajas o desde dónde lo haces: lo que realmente vale es que seas productivo, que establezcas una programación, que te fijes objetivos a corto, mediano y largo plazo y los cumplas. Eso puede significar trabajar un rato durante el fin de semana, o en la noche, a cambio de darte un día de descanso para ir a la playa, jugar al golf o ir a comer pizza en familia.

Si estás decidido a salir del mundo laboral convencional e incursionar como emprendedor, necesitas dejar de pensar en cuánto te van a pagar por lo que haces o por lo que sabes y, más bien, tienes que enfocarte en aportarle valor al nicho que elijas para trabajar. Construye una propuesta de valor, sé diferente, sé auténtico y aprovecha los beneficios de la tecnología.

​El Consejo de Emil

Tienes que conocer tus propios límites y también, fijar tus propios límites. No puedes trabajar todo el día todos los días, porque en algún momento vas a estallar. En tu rutina tienes que incorporar el descanso, las comidas, la vida familiar, las salidas con los amigos, los ratos de televisión con los niños, la salida al supermercado para comprar la comida, en fin. Tienes límites, no los sobrepases.

Cuando una persona deja un trabajo convencional y se echa al agua como emprendedor lo que busca es libertad e independencia. Eso, amigo mío, es lo más difícil de conseguir. Además, debes pagar un alto precio: si lo que te interesa es contar con ingresos fijos al final del mes y gozar de las garantías de ley, quédate en el empleo tradicional. El emprendimiento es una montaña rusa.

El salario ya no depende de lo que la empresa decida pagarte, sino de lo que tú, que eres el jefe, sea capaz de producir. Además, salvo que tus resultados sean muy buenos, no gozarás de otros beneficios como vacaciones, primas o bonificaciones, o ingresos que los sustituyan. Al comienzo será difícil, siempre es difícil, así que necesitas tener un plan B, ahorros y mucha mucha paciencia.

Casi nadie contempla un plan B, otra opción que te permita pasar el chaparrón. La mayoría se gasta todos los recursos en la implementación inicial y no deja nada para las eventualidades, por si acaso no aparecen los clientes. Y nadie, prácticamente nadie, tiene paciencia. Esas son las razones por las cuales tantos negocios y emprendimientos fracasan en los dos primeros años de trabajo.

Hay otro motivo, sin embargo, que es muy importante: cuando des el paso para convertirte en un emprendedor, no lo hagas pensando en el dinero que puedes ganar, en el reconocimiento o en la independencia. Lo que decidas hacer tiene que estar alineado con tus pasiones, con tu vocación, con aquello que amas fervientemente y que te hace feliz, más allá de que no te dé mucho dinero.

Para un emprendedor, para un empresario, el trabajo no es simplemente un deber o la forma de ganarse la vida. Se trata del camino que le ofrece la vida para que cumpla su propósito, para que luche por sus sueños, para que aproveche su conocimiento y su experiencia para ayudar a otros. Si logras armar ese pequeño rompecabezas, empezarás a pensar como todo un empresario.

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